Existen dos tipos: la Selaginella lepidophyla o falsa Rosa de Jericó y la Anastatica hierochuntica o Rosa de Jericó auténtica.  Ambas comparten la capacidad de secarse y renacer al rehidratarse, pero su morfología es muy diferente, así como su lugar de origen.  Esta distinción de la auténtica y la falsa se refiere más bien a cuál es aquella a la que hace referencia la Biblia y los historiadores de las Cruzadas. 

Aunque su nombre más común es el de  Rosa de Jericó, también recibe otros nombres como son Planta de la Resurrección, Flor de María, planta dinosaurio, rosa de Fátima, Flor de roca, entre otras.

El origen del nombre de la Rosa de Jericó se remonta a 2000 años antes de cristo, en la ciudad israelí que lleva el mismo nombre, cuyos comerciantes la traían de África del Norte como preciados talismanes para bendecir sus casas y negocios.  Con el paso del tiempo, la planta llego a ser tan popular que de lejanos lugares acudían a comprarla, hasta que finalmente tomó el nombre de la ciudad a pesar de que en Jericó nunca ha crecido.

  Sin duda verla renacer al amparo de una forma tan sutil y armoniosa es en sí mismo un milagro de vida, es quizá por ello que desde la antigüedad la Rosa de Jericó ha sido considerada un talismán viviente.  Entre los poderes que místicos que se le atribuyen se encuentran:
 

1. Habilidad de transformar la energía negativa en positiva.

2. Bendición y protección de hogares.

3. Atraer la suerte, el dinero y la fortuna a los negocios.

4. Desde tiempos remotos se utilizaba como elemento adivinador del clima, ya que en tiempo seco la planta permanece completamente cerrada, en tiempo húmedo, se abre con lentitud y si amenaza lluvia, se abre de manera muy vistosa y con más o menos rapidez según sea la proximidad de descarga de las nubes.

 Solo tienes que colocarla en un cuenco con agua a manera que entre en contacto con sus delicadas raíces y la verás abrirse y reverdecer en las siguientes horas.  Si deseas que la planta repose y cierre nuevamente, por meses o acaso años, deberás retirarla del agua y dejarla secar en semioscuridad. Para recuperarla nuevamente, lo único que tienes que hacer es volver a ponerla en contacto con el agua y una vez más te ofrecerá un derroche de belleza.